Apenas han transcurrido cuarenta y ocho horas y se me antoja una eternidad y es que el tiempo sin ti, sin tus palabras de cariño, sin abrazos, caricias, labios dulces buscando el contacto con los mios, sin acariciar tu piel blanca y suave, sin mano atrevida osando explorar una vez mas los territorios y confines de los hermosos contornos que forman tu figura deseada por los mas primarios de mis instintos, cuarenta y ocho horas sin mirar esos ojos color miel llenos de vida, y es que no poder decirte cuanto te amo, te deseo, mirándote a los ojos es como castigo de Dios por pecados cometidos y por cometer.
Alzo la mirada en el azul del cielo y en las blancas nubes, como si el se hallara allí, ese que se dice Omnipresente, y le ruego y pido que me deje redimir cual quiera que fuese sido mi pecado, para así hallar su perdón, permitiendome volver a verte, a tenerte entre mis brazos, a la mas hermosa de las mujeres, aquella a quien amo...
Alzo la mirada en el azul del cielo y en las blancas nubes, como si el se hallara allí, ese que se dice Omnipresente, y le ruego y pido que me deje redimir cual quiera que fuese sido mi pecado, para así hallar su perdón, permitiendome volver a verte, a tenerte entre mis brazos, a la mas hermosa de las mujeres, aquella a quien amo...
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